14-09-2019 – La situación económica en Argentina es muy compleja. La actividad económica está muy resentida y especialmente la incertidumbre sobre las propuestas de gobierno -sea quien sea el que gane- están complicando todo tipo de decisiones.
La tarea de Cambiemos para abrir mercados en otros países ha sido titánica. Se han logrado acuerdos, homologado registros, reducido costos en múltiples áreas. Queda ahora poder producir lo suficiente y de la calidad adecuada para poder exportar. Claro que hay dificultades y la tarea del próximo presidente es reducirlas.
En Argentina todas las provincias tienen potencial para una gran capacidad exportadora. Si dejamos de mirar el tema por tipo de actividad y lo miramos geográficamente, repentinamente se ven muchas posibilidades. No hay nada que indique que hay que exportar algo del sector X, sino que es mucho más fácil identificar qué se puede exportar desde la provincia Y. El lobby –llamemos las cosas por su nombre- para potenciar ciertas exportaciones defendiendo sectores es para defender empresas y sindicatos, pero no para crear ni siquiera defender fuentes de trabajo ya que esos empleos pueden estar en otras áreas de la economía.
Asimismo, creer que las exportaciones agropecuarias son primarias es de una ignorancia chocante. Para que un granito de arroz o trigo, una manzana o una botella de vino llegue al exterior deben trabajar en conjunto cientos de actividades. ¿O acaso el camión que transporta, el pan o la camisa del empleado son menos valiosos según para qué sector trabaja?
Todos los candidatos tienen bien claro que no hay cómo continuar financiando el déficit fiscal en las actuales condiciones. Por ello es esencial reducir gasto público ya que es inimaginable más impuestos. Si para reducir gastos se elimina la inversión en infraestructura estaremos demorando la posibilidad de crecer. Si los escasos fondos se dedican sólo a sueldos y no hay mejoras de productividad tendremos cuellos de botella por todos lados. Hay pocas posibilidades, ninguna agradable, pero si no se hace planificadamente, ocurrirá de todas maneras y en forma de crisis. Ya sabemos que reducir el gasto público es recesivo, ¡pero más recesivo aún es no hacerlo! Es imposible mantener la carga fiscal actual.
Recordemos que también las provincias y municipios tienen una gran carga fiscal propia, y gran parte de la recaudación que creemos nacional queda en sus manos dado el mecanismo de coparticipación.
Si se observa un esfuerzo fiscal tal vez tengamos refinanciación de intereses. Si no hay voluntad de cambio, entonces no habrá esa financiación y el ajuste será aún mayor. Una Argentina en default priva de recursos también a todo el sector privado, lo que impone una fenomenal caída en la actividad.
El déficit cuasi-fiscal (el pasivo del BCRA) debe ser eliminado. Todas las alternativas son extremadamente costosas. Cuanto más tiempo se demore, más amargo será el trago.
Además, hay que quitarle la mochila de piedras al sector privado. Se pagan impuestos por lo que deberían ser servicios. Pongo ejemplos: los asalariados tienen una deducción de seguro de vida en su recibo de sueldo. ¿Por qué no permitir que elijan libremente donde contratan ese seguro? ¿Por qué hacer aportes para una jubilación lejana y mediocre en lugar de invertir libremente? Tanto los seguros como las jubilaciones son servicios y debería haber libertad de elección.
En resumen, creo que tendremos un 2020 recesivo, pero si logramos aumentar las exportaciones y liberar la economía… hay esperanzas. Habrá crecimiento en todas las provincias y en todas las actividades vinculadas a la exportación. Si por el contrario no se reduce el gasto público y se recurre a las infames retenciones a las exportaciones, la lucecita al final del túnel estará muy pero muy lejana.
Fuente: Diana Mondino – Infobae