Pareciera que el furor de las primeras jornadas tras la reimplementación de los controles al mercado de cambios se fue diluyendo, principalmente, por el lado de los argendólares. Esto se ve en las últimas dos jornadas de la semana pasada (últimos datos oficiales) donde se pasó de una salida diaria de u$s700 millones a u$s400 millones. El jueves pasado los argendólares cayeron u$s474 millones y el viernes, u$s409 millones. Mientras que por el lado de los plazos fijos en pesos se observaron aumentos de $2.000 millones y $10.000 millones respectivamente. De modo que, si bien el drenaje de los argendólares continúa, el flujo hacia la “Puerta 12” se desaceleró. Es una buena señal. Pero no da para dormirse en los laureles. El balance hasta ahora, con datos de las diecinueve jornadas posteriores a las PASO, muestra una fuerte sangría de los argendólares de u$s9.220 millones. Esto equivale al 28% del stock existente antes de las PASO. Mientras que los plazos fijos en pesos apenas acusan una caída inferior a los $91.000 millones (lo que representa unos u$s1.500 millones).
Como señaláramos oportunamente, la caída de los argendólares es relevante porque impacta directamente sobre las reservas del BCRA porque ellas incluyen los encajes en dólares de los bancos por esos depósitos privados en dólares. En el período bajo análisis las reservas cayeron vía encajes en u$s7.552 millones sobre un total perdido de u$s15.356 millones.
Pero al comparar lo que está aconteciendo ahora respecto de casos recientes como los “cepos” de octubre 2011 y el de mayo 2012, realmente inquieta la velocidad con que se está dando ahora la caída. El Estudio Ferreres comparó la evolución de los argendólares en los tres casos y claramente el actual es el más abrupto. Con relación a los otros dos ca sos (2011 y 2012) la evidencia indica que al cabo aproximadamente de un mes la situación se estabiliza. O sea, la caída fue menos abrupta y tardó 30 días en encauzarse. Hoy no hay tanto margen. Se está a 44 días de las elecciones. Se ingresa en plena campaña. Y todo esto bajo un “reperfilamiento” de la deuda pública que sigue en el aire. Las sucursales bancarias muestran otro paisaje. Más tranquilo. Pero ello no implica que la cabeza de los ahorristas se enfrió totalmente. Todo aún está a flor de piel.
Fuente: Jorge Herrera – Ambito Financiero